Hace unas pocas semanas un nuevo video comenzó a viralizarse y ser furor en las redes, aunque ya contaba con el reconocimiento de destacados premios y cineastas como Campanella, esta producción se volvió masiva en un puñado de minutos una vez que se subió a plataformas como Vimeo o YouTube.
La historia de “Ni una sola palabra de amor” comienza con un encuentro fortuito en el mercado de pulgas entre el director Niño Rodriguez y un antiguo casette de contestador automático con una secuencia de mensajes que esperaban ser descubiertos. Inmediatamente un monólogo que trasmite la ansiedad de quien espera y desespera en un torbellino de lo más mundano del amor –acaso la misma espera del personaje Diego de Zama de la famosa novela de Antonio di Benedetto?- despertaron en Niño la idea de traducirlo en otro formato.
Así el casette, exponente del consumo cultural analógico de una época, comenzó su transmutación a una nueva vida digital al viajar entre casillas de mail convocando un equipo de creativos que le dieron forma a la idea.
¿La imagen lo es todo? La voz del personaje principal María Teresa tomó identidad física en la interpretación de una histriónica actriz que cautiva con sus gestos y mirada inquietante, al punto de reconocer un halo de locura que va increscendo en los casi 8 minutos del video.
Se construye un relato breve, pero que deja vacíos de esos que le gustan a los videolectores ávidos para dar rienda suelta a la imaginación. Al punto de que uno de los momentos mas destacables se da cuando, como en todas las películas de terror exitosas, finaliza con un “basado en hechos reales”.
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Docudrama o testimonio de una historia perdida, por momentos nos fascina desde una posproducción artística y por otro nos genera una duda existencial: ¿Hasta qué punto los registros de nuestras vidas privadas pueden volverse públicos? Sin caer en debates kantianos y en un momento de suma delicadeza con casos como los de Edward Snowden o Chelsea (Bradley) Manning resonando a diario, preferimos avocarnos al ingenio creativo, a las reinvenciones y viralizaciones que permiten los medios contemporáneos.
¿Quién es María Teresa? Su registro de voz dispara distintos tipos de elucubraciones: podría ser nuestra vecina, una tía lejana o una profesora de matemática que alguna vez tuvimos. La tensión llega a su punto máximo ¿sabrá qué es lo que está sucediendo con sus mensajes? Un dato curioso es que cuando el video toma impulso, sin saberlo, María Teresa ya cuenta con un usuario Twitter con varios seguidores.
Finalmente terminan las pseudoteorías: la noticia de esta semana fue la aparición de la verdadera María Teresa, quien no defrauda ni un minuto en su personalidad. Aliviados leemos algunas de sus respuestas apáticas y directas, fusionamos la persona con el personaje. Mas interesante aún: Maria Teresa no es público de internet, y solo toma conocimiento de su repentina fama a través de la tardía apropiación de la historia que hacen los medios tradicionales como la TV.
Un fragmento de una historia lineal, con un ciclo de vida finito se inmortaliza a partir de la resucitación de un casette en la era digital, lo que nos hace pensar en cuántas otras María Teresa están esperando ser encontradas, reinventadas y conocidas por millones en la red.
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[alert style=”grey”]Artículo publicado originalmente en el blog de Conectar Lab.[/alert]