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Experiencias

La generación ¿Para qué?

Desde la estadía en Colombia volver se transformó en un ejercicio cotidiano. Para ese hiato de casi dos meses, el libro de Pablo Montoya “Viajeros” (por cierto una de las adquisiciones de la tierra del café) cumple el rol de bitácora que se inaugura con una frase de José Lezama Lima “El viaje es un movimiento de la imaginación”. Una bella idea que se encuentra representada en una de las películas más poéticas y dramáticas al mismo tiempo: “Le scaphandre et le papillon”.

El anotador se fue completando de nuevas preguntas, que por momentos generan un latido tan fuerte como el corazón delator de Poe. En ese compás, la rutina y los nuevos proyectos se fueron ensamblando para ir reconfigurando nuevos interrogantes.

Un necesario espacio apareció en escena: “El mundo de las ideas” y genera que los viernes sean momentos para encontrarse con Otros, imaginar nuevos sentidos y conocer viajes cercanos, proyectados y del pasado. Las ideas sin tiempo aparecen entonces pero cada vez más con la certeza de dejar de ser solitarias. Eso genera fuerza y esperanza en los cambios, en la mejora, en el compromiso que deja ser un hecho aislado.

Pensar con Otros es fascinante, es provocador e inquietante a la vez. Así es como esta tarde, después de una de esas charlas estimulantes con mi amiga Ceci Vazquez, decidí romper con la inercia y volver a las andanzas por este espacio personal y profesional de escritura. Con la urgencia de dejar una huella de esta charla, recordarla aquí y donde sea que me encuentre tan solo con “googlearla” o entrar en este site.

Debo confesar que muchas veces con Ceci nos preguntamos las razones de nuestras búsquedas, rememoramos a nuestros padres, abuelos: ¿Qué hicieron a nuestra edad? Debatimos sobre lo que sucede en otras latitudes y citamos autores. Pero sobre todo nos entretiene hipotetizar en el futuro.

Una de las palabras que descubrí con fuerza en los tiempos de ConectarLab. y de la mano de Alejandro es la de “Retroproyectiva” que invita a dibujar y conectar una linea de tiempo. Como si fuéramos curadoras, hoy miramos el pasado y pensamos en qué pregunta definía a nuestros abuelos (aunque seguramente con una distancia temporal mayor, “abuelos” resulta metafórico). Imaginamos que fue el “¿Cómo?” vinculado al hacer, al forjar el presente, al inventar sin límites. Para nuestros padres les dejamos el “¿Qué?” en relación a los mandatos establecidos para una sociedad en donde uno estudiaba una carrera y mínimamente todo estaba asegurado, en donde solo había que pensar en qué profesión/oficio se iba a escoger. Una premisa que flaquea durante estos años, donde el mundo se reconfigura geopolíticamente a ritmos acelerados dejando pocos rastros de esos tiempos.

Aunque como generación saber que nos encontramos en una “bisagra” entre lo nuevo y lo viejo, entre lo dado y los espacios emergentes que piden a gritos ser definidos, tomar parte es lo que nos queda. No hay pilotos automáticos, sino la sabiduría acumulada de generaciones que convergen en un click ¿podemos ignorarla? ¿qué hacemos con este conocimiento? ¿seguimos tomando las mismas decisiones?

Concluimos que en la incertidumbre la pregunta “¿Para qué?” es la que mejor nos representa. Ya sabemos algunos algoritmos, podemos predecir y especular, por lo que no queda escapatoria más que tomar una posición activa, saber que cada camino tiene sus consecuencias y que en todo caso somos parte de esas decisiones.

De todas formas, estas son tan solo preguntas genéricas y factibles de ser refutadas. Lo importante es que en una tarde de viernes volvimos a usar los signos de interrogación, a insistir en que la curiosidad que las encarna es la energía creadora. Y sobre todas las cosas que pensar/se con Otros es la única respuesta certera para emprender cualquier viaje.

 

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