La última película de Scorsese trae a la pantalla la adrenalina de Wall Street. La primera impresión es lo paradójico que representa este escenario, cuando en los últimos años entendimos que lo que representa no es más que una fachada y que en todo caso el éxito tiene un precio alto. Como sea los minutos transcurren con un pulso acelerado, cada cuadro lleva a otro más intenso, casi como si en primera persona entendemos que más implica llevar al extremo todo tipo de ambiciones. Punto. Eso es una película.
La otra es conocer la historia de un don nadie que como todo sueño americano conquista los límites de su imaginación con poder y dinero, dinero y poder ¿cómo se llega a eso? simplemente con carisma, con la capacidad de crear un equipo, generar sentido de pertenencia. Jordan Belfort conoce a cada uno de sus integrantes, los elige no por su talento, sino por lo que representan en un grupo. Apuesta, cree en ellos y se los transmite con acciones. Su trabajo más grande es el de convertirse en eso que ellos desean alcanzar. Y ahí empieza la rueda.
Una de las escenas más contundentes es cuando le pide a una de sus empleadas, que por cierto ahora viste Chanel con gran porte, que cuente cómo fueron sus inicios. La historia es simple: Jordan invierte en ella antes de saber si verdaderamente va a volver a recuperar el dinero. Una inversión que se reditúa con creces: cuenta ahora no solo con triple de dinero sino con su incondicional ayuda. Conocer a sus integrantes, pero también conocer sus historias personales, involucrarse de un modo delicado, en donde no sabemos hasta que punto ese conocimiento sirve para presionar y utilizar la información con efectividad.
Quiere que lo escuchen, que otros corredores de bolsa quieran ser parte del equipo, genera así una mística que bordea lo convencional. De eso se trata toda la película. De cómo liderar y crear un equipo en ambientes hostiles.
Por supuesto que todo se desmorona cuando la naturaleza humana sale a flor de piel, y su (hasta ese entonces) mejor amigo de algún modo “lo traiciona”. Entonces nuestro lobo de Wall Street se convierte en la mejor representación del lobo estepario de Hermann Hesse. Para bien o para mal Jordan pierde todo su imperio. Pero sobre el final podemos ver cómo se reinventa dando charlas motivacionales para potenciales vendedores. De algún modo se convierte en un educador que transmite sus enseñanzas a un grupo de desconocidos que lo siguen por el mito que representa en vida.
[/two_first][two_second]Entonces aparece la carta que Scorsese le escribe a su hija sobre el futuro de la industria del cine y no podemos dejar de pensar que su inspiración sea la de un ambiente que no solo es hostil, sino cambiante (o sea hostil por ser cambiante). En donde los códigos tradicionales dejan de estar vigentes. O al menos se están reinventando. Wall street y el cine tienen ahora puntos en común: todo vale.
Coincidentemente la misma semana se estrenó en cartelera la película “La vida secreta de Walter Mitty” una versión más naif del cambio en la industria de las grandes revistas. En este caso la mítica TIME dejará de salir impresa para volcarse al mundo digital. Y allí varias profesiones dejarán de existir o precisarán aggiornarse. Detrás de toda la trama se vislumbra que el modelo también sirve para reducir puestos de trabajo y que la fase de “intervención” busca devaluar emocionalmente aquellos agentes claves para que no pidan explicaciones a la hora de recibir su carta de despedida. La idea del trabajo en equipo no existe, se impone una autoridad que desconoce la experticia y especificidad de cada rol.
Salvando los abismos, tres escenarios que parecían “intocables” hace un puñado de años atrás se ponen en jaque: Wall street, el cine, las revistas. Con esto se traducen los cambios en los consumos en general y en los consumos culturales en particular. Sin dudas un ambiente hostil para pensar y re/pensar nuevas estrategias de liderazgo que se sustenten más allá de la figura de un personaje mesiánico sino que verdaderamente se refunde en un grupo.
La incertidumbre contemporánea nos acerca un punto a favor: contar con una larga historia de modelos para analizar y a su vez poder interpelarlos sin resquemores para crear algo nuevo. No hay formulas mágicas para aplicar, pero sin duda lo que viene será bueno ó en palabras de Scorsese:
“Don´t be afraid, future will be bright”.
Como sea, no dejan de ser relatos cinematográficos y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Mientras termino este post YouTube me propone una propaganda de DOMO Inc. que vende una plataforma digital para gestionar una compañía, una solución tecnológica que desplaza a cualquier Jordan Belfort. Con menos magia y poesía en sus discursos, propone menos rango de error y una alta efectividad en la gestión y liderazgo ¿El futuro llego?
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